Desde el tercer piso no se ven tan pequeños. Se distinguen rostros, incluso. Pero es seguro. Desde esta altura es seguro. Solo siento pena por mi familia, y tal vez por mis amigos.
Una pierna primero y la otra después. Aferrarse con fuerza al cemento a retaguardia y dejar caer, antes del cuerpo, algunas lágrimas.
Luego, dejar de imaginar la muerte y bajar las escaleras desde la terraza hacia el buffete.
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