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sábado, 12 de marzo de 2011

Dado (cero como yo)

Caminar bajo mi sombra
me robó los dos colores,
blanco y negro de tus faces
que seis fueron una sola,
todas ellas siempre mi cara.
Y por eso fuiste cero.

Y mientras tanto esa blancura tuya
mira el techo, que de pronto
se esconde tras las espinas
de uno a seis que dan mi suerte.
Malhadado voy contando tus lunares
mientras cantás con voz desafinada como de vieja
las angustias vericuetas
de mi última jugada,
donde fui aguja precisa
que señaló al culpable en el reloj de los lugares
donde me escondo de mi sombra.
Dado, dadito.
¡Cuántas veces fuiste a dar con mi cráneo!
la única forma de tocar
esas puntas redondeadas,
tus curvas.