Conocer a alguien es ir vaciando un vaso de magia
deleitarnos con su encanto
y sufrir por su progresivo derrame,
como con esos chocolates
que guardamos para después,
para cuando la locura caiga
y busquemos unos instantes
de placer pleno, de sentirse uno con el envoltorio
y el sabor del otro.
II.
Todo esto porque la magia es otra cosa, es un fuego que se enciende a sí mismo sin cesar y si es que lo cuidamos, nos puede mostrar el cielo, ese que existe en y más allá de nosotros.
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