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lunes, 7 de diciembre de 2009

No existen los finales para siempre (drama inconcluso en continuos actos)




El lago se secó, se regeneró, se volvió a secar y se regeneró otra vez.

I.
Casi casualmente, emergió tu cuerpo, braceando, respirando fuerte el aire enrarecido que nos cubre.
Ayer dije: no daré más letras al adorno de tus dientes, al caos que se arremolina en tus cosas.
Y sin embargo, me muerde en los labios la tormenta que siempre venís arrastrando, me hace beber agua de lluvia con avidez vagabunda.
Sabido fugaz momento, una gloria que cuesta días enteros de derrota. Calor que en la ausencia se vuelve un frío checoslovaco: raro, lejano, interminable.

II.
Cuando pasen los flashes nos miraremos las cicatrices, las manchas de nacimiento, alguna que otra marquita que dejó una varicela.
¿Y entonces, seguiremos siendo los mismos que pensábamos, esos a los que en la oscuridad les centelleaban las pupilas, esos de la boca humedecida?.

III.
Busco alivo a la lumbre de este manto de estrellas, diciendo que no basta toda la belleza mundana, que la extrañeza de esa mirada oculta algo siniestro, que el bien, que el mal, que la noche que miente, que los días enteros de derrota…

IV.
Más cuando el alivio llega,no sos ya tan interesante, ni tan pérfido ofidio. Sólo queda el filo de tu lengua, fuente de sabiduría nihilista _oh, dudosa sabiduría, palabras bibelot, maquillados placeres.

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